La Misericordia brilla en la familia y en el servicio

January 24, 2016

Por la Asociada de la Misericordia Lori Williams

Lori and Kelly Williams

Asociada de la Misericordia Lori Williams (derecha) con su hija, Kelly, candidata de la Misericordia de segundo año.

Cuando el Papa Francisco anunció su intención de proclamar un Año Santo de la Misericordia, yo estaba muy emocionada.  Parecía que todo en mi vida de algún modo había rejuvenecido con un enfoque y claridad renovada. Durante el mes pasado, he reflexionado sobre mi caminar hasta ahora hacia el «mundo de la Misericordia».

He sido una asociada de la Misericordia por un año solamente, sin embargo, el llamado a una comprensión más profunda de la Misericordia empezó para mí hace mucho tiempo.  No puedo indicar un momento ni una experiencia específica, era más como un tirón constante en el corazón. Mientras yo crecía, siempre me preocupaba por las necesidades de los demás, especialmente los niños que no parecían encajar o que tenían problemas con sus familias.  Aunque no lo expresaba así, yo quería mostrarles misericordia de alguna manera, porque parecía correcto hacerlo.  De adolescente, buscaba oportunidades para involucrarme en asuntos de justicia social a través de eventos en la escuela y actividades en la iglesia.  En la preparatoria, pensé entrar a la vida religiosa, pero Dios me tenía otros planes.  

Conocí a Mike en la orientación de la universidad y al pasar el tiempo, nos dimos cuenta de lo mucho que teníamos en común: la fe, la familia y el servicio a los demás.  La mayoría de nuestros amigos eran típicos estudiantes universitarios –  se desvelaban, faltaban a clases y esperaban las fiestas de fin de semana; él y yo buscábamos reuniones de jóvenes y programas de servicio a la comunidad.  En muchas maneras pequeñas y sin pretensiones, ya empezábamos a vivir la vida de la misericordia.

Cuarenta años después de casarnos, hemos sido bendecidos con seis hijos – cinco hijos y una hija.  A través de los años, también hemos recibido a otras personas a nuestro hogar – dos madres solteras, un joven que necesitaba más estabilidad y dos hermanos que se quedaron con nosotros mientras sus padres regresaban del Medio Oriente.  Ahora tenemos catorce nietos y estamos muy agradecidos por ellos.  Cada uno fue un don para nuestra familia y una oportunidad de dar y recibir la Misericordia.  En nuestra familia, los niños son una prueba viva de la misericordia y del amor de Dios.

Como todos sabemos, la vida da muchas vueltas – momentos de alegría increíble y también de grandes angustias.  Yo confío en la misericordia de Dios para guiar y proteger a nuestra familia cada día.  Hemos celebrado la misericordia de Dios por los sacramentos, oportunidades de empleo, trabajo voluntario en comedores de beneficencia y ministerio a familias sin hogar o de pocos recursos. Más recientemente celebramos la misericordia de Dios por avances médicos que permitieron que nuestra nuera se curara del cáncer.

Realmente hemos recibido tantas bendiciones, aún cuando las circunstancias dificultan que veamos claramente.  La Misericordia fue nuestro vínculo a Dios cuando nuestro pequeño hijo fue recibido en el cielo y misericordia fue el amor y generosidad de nuestra familia y amistades mientras estábamos en luto.  La vida es tan preciosa y nuestra familia ha aprendido a apreciar cada momento.  La Misericordia de Dios es nuestra fortaleza y esperanza.  Como pareja, nos hemos unido más y, especialmente, nos hemos acercado más a Dios.

Hace diez años, empecé a trabajar en St. Vincent’s Academy en Savannah, Georgia.  Nuestra hija, Kelly, se graduó de esta escuela de la Misericordia cuatro años antes.  Entonces, empecé a aprender sobre Catalina McAuley.  A través de los años, aprendí más sobre las Hermanas de la Misericordia por las hermanas mismas y al estudiar su historia.  Fue una bendición viajar con Kelly a la Calle Baggot en Dublín, Irlanda ¡como una temprana «Peregrinación del Año de la Misericordia»!  Ver la Casa de la Misericordia me ayudó a conocer mejor a Catalina McAuley y el mundo de la Misericordia.  Aunque Kelly no se daba cuenta en el momento, Dios le estaba ensanchando el corazón también,  Está ahora en su segundo año de candidatura (uno de los pasos para hacerse una Hermana de la Misericordia) y vive en comunidad con cuatro increíbles Hermanas de la Misericordia.

Desde que me hice una asociada de la Misericordia, he participado en dos talleres contra el racismo, un taller sobre el tráfico de sexo, una conferencia de Días de Promoción Ecuménica, unos retiros y muchas actividades de justicia social.  Ayudo con la preparación de declaraciones de impuestos en el Centro Comunitario de Santa María, un ministerio de la Misericordia en Savannah (siguiendo los pasos de Kelly).  Como maestra de religión en St. Vincent’s Academy, he creado un programa de estudios para presentar los asuntos críticos de la Misericordia en los salones de clase y tengo un título nuevo: Acompañante de la Misericordia para la Escuela.

Mi nuevo desafío para el Año Jubilar es seguir creciendo en la misericordia y encontrar la misericordia en la quietud de la presencia de Dios.

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